Colofón prolegómeno, impulso de maldad
Continúa el tema: IMPULSO DE MALDAD Rom 7:17-20, expuesto en segmentos a fin de incentivar el estudio de la Sagrada
Biblia. Los invitamos a interactuar, el tópico es amplio. Su aportación
enriquecerá la perístasis.
Colofón prolegómeno.
Hemos revisado, analizado y reflexionado, sucintamente,
variables que explicarían el impulso de maldad. Unas como causales directas y
otras que podrían en teoría desencadenar, a modo de gatillo, el impulso.
Tratemos de escudriñar los posibles mecanismos que en teoría desencadenarían el
impulso mediante dos premisas: primera, la humana, solamente nos referiremos a
los que actúan en la mente, sus integrantes: genes que controlan el estado
espiritual mental, y por ende las aminas (sustancias neurobioquímicas que
actúan como neurotransmisores en la sinapsis neuronal del cerebro), noradrenalina,
adrenalina, serotonina, oxitocina, glutamato, GABA y osteocalcina, aminas que actúan
de modo directo sobre el estado anímico, es decir en la mente, función
comprobada por la ciencia. Sin embargo, debemos señalar que estas aminas
influyen también en el corazón, de manera directa o indirecta. Corazón, el órgano
mencionado por el Creador, como el receptáculo de la mente, alma y espíritu “El
Señor Dios, vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda
intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal” (Génesis 6:5). Mateo 22:37 / Proverbios 3:5-6/ Mateo 6:21/ Salmo 51:10. Entonces,
humanamente hablando, tenemos dos órganos de carne: cerebro y corazón,
elementos tangibles que, intervienen en el impulso en general y en el de maldad
de modo puntual, desencadenando actividades de elementos
intangibles como la mente, el alma, el espíritu. Reflexionemos a
partir de lo señalado: ¿La cantidad de neurotransmisores será estándar en
todos los seres humanos? O el gen que controla a las aminas dispondrá de ellas
según como esté presente en cada célula de nuestro cuerpo (genoma). Es decir, algunos
humanos tendrán más aminas y otros menos. Si fuera así, habría, y de hecho hay, seres
menos espirituales y otros más espirituales; siempre a expensas del gen
controlador. Muy bien, hasta aquí el humano como individuo, pasemos a analizar sus
accionar como ser gregario, dicho con otras palabras: autor, cómplice y
encubridor de la sociedad en la que vive.
Deber ser requerimiento obligatorio y
responsable, comenzar el análisis de la estructura, social, cultura, familia y economía,
exclusivamente de donde coexistimos. O sea, no contrastar, por ejemplo, la
cultura asiática con la del investigador latino, o la económica europea con la
del investigador de otra latitud. Debemos ser respetuosos en la investigación,
no comparar capulíes con uvas, por su fisonomía. Si seguimos esta premisa, los
resultados, por explicar el cómo influyen estas estructuras en el impulso de
maldad, serán confiables. Obviamente en el tema que estamos tratando. Si fuera
la investigación global, claro que se puede.
Primero, las enseñanzas coherentes de la
familia hacia el niño o niña para que sea una persona adaptada a la sociedad en
la cual se desenvuelve la prole, son los primeros pinitos hacia la
configuración de la personalidad, si llega a tenerla o, de qué variedad sería
la singularidad. Segundo. Todos hemos experimentado, en el rango de edad que se
nos ocurra, la presión por pertenecer a un grupo en particular. Los requisitos
a manera de presión, vienen del grupo, más la presión interna psicológica por
“dar la talla” del grupo. Como vemos ya tenemos un elemento tangibles que van
esculpiendo el área intangible, la personalidad, que es igual a decir: —actitud—,
misma que exterioriza el interior del individuo en A, B y C circunstancias del
diario vivir. Cada subgrupo socioeconómico se enlaza con otro grupo afín y así por
sucesión, hasta llegar a la sociedad global en la que existimos. Entonces tendremos
un humano que responderá según las variables aprendidas de “su” subgrupo, frente
a los miembros del grupo en el cual circunstancialmente se encuentra. Es
importante señalar, que hemos dejado entre paréntesis las enfermedades
mentales, es otro tópico. Nos circunscribimos exclusivamente al comportamiento
normal, o sano o adaptado; tampoco vamos a conceptualizar por filosofía o sociología
o medicina estos conceptos. Consentimos como normal a la persona que está “adoptada”
al grupo social que pertenece.
Si tenemos, alma, espíritu, personalidad
(área psicológica), y cuerpo carnal: corazón y cerebro, el gatillo a desencadenar
el impulso de maldad, pues sería difícil de identificar, dado que tenemos un
gen controlador de grado espiritual, la familia como primer ente formador, la
sociedad como sujeto de instrucción y de presión social. Creemos que todos son influyentes
al momento de apretar el gatillo que origina el impulso de maldad como
respuestas a estos efectos. Pero, ¿de qué maldad estamos tratando?, pues,
desde una mentira blanca, hasta un asesinato, pasando por robar tiempo al
empleado, llegando tarde al trabajo o, un beso “robado” por creer que el “no es
sí”, los chismes de vecindad, etc. Este impulso de maldad es identificado y
juzgado tanto por el hombre como por Dios. Entonces, ¡no hay esperanzas!, no
existe certidumbre de diluir o engavetar o eliminar el impulso de maldad. ¡Si
la hay!, y la esperanza es Dios nuestro creador.
Estas últimas reflexiones sobre el análisis del prolegómeno, están argumentadas dentro de un ensayo extenso. No obstante, debatiremos. Serán publicados, igual que los anteriores, por fracciones semanales para facilidad del lector, e incentivar el estudio bíblico. La solución final frente al impulso de maldad es Yahweh Elohim, solo que, para alcanzar el control de nuestras flaquezas, debemos recorrer, todos sin excepción, un largo camino y pedregoso, hasta llegar a redimirnos ante Dios.
Bendiciones a todos, no olviden interactúan con la predicación de las Sagradas Escrituras.
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